En el aparcamiento lo espera la tía Luci. En cuanto lo ve, sale del coche y lo achucha. ¡A pasar vergüenza! Todos sus compañeros asoman la cabeza desde el comedor que, por desgracia, está pegado al parking.
-Suéltame, tía -suplica Sebas, que intenta escurrirse y meterse en el coche para que no lo vean.
Demasiado tarde. Alexia, Juan, ¡Lore!... y también César han salido del comedor.
-¿Te vas?- pregunta César.
-Sí, se va conmigo y vosotros ya estáis entrando por donde habéis salido- contesta Lucía.
Los planta y arranca el coche, un deportivo que es la envidia de Juan. “Está forrada tu tía”, le dice Juan siempre que aparece Lucía por el colegio. “¿Cuántos coches tiene?...” Y dale.
Los olivos quedan lejos y la tía Luci ha puesto música. Lo mira de reojo…
-¿Te gusta la Oreja de Van Gogh?. A mí me encanta. ¿Qué tal todo? ¿Quieres que paremos en un Frankfurt y nos comemos una cacho hamburguesa con queso? Va… y después nos tomamos un helado bien grande de chocolate con nata…
La tía Luci habla sin parar. Lo que está claro es que de ir a casa nada.
-Y hoy fiesta de deberes. Nos vamos a dar un paseo y nos acercamos a Clariana a ver a la abuela, que dice que Lluna te echa de menos. Y el tío Juan tiene una bici nueva… y quiere enseñártela.
-Tía…
-¿Qué, cariño?
-¿Has visto a Toño y a mamá?- pregunta a media voz.
- Bueno… he pasado un momentito por casa…
-¿Está muy enfadada mamá?
-No… cielo…
-Tía, no me engañes. Dime la verdad.
Lucía no responde. Y es raro en ella, que parece que tiene siempre la solución para todo. Hoy va vestida distinta, menos arreglada, con una camiseta blanca que pone England, unas bermudas deshilachadas y unas zapatillas azules de payés. Sin pintar y con cara de sueño. Sebas la observa. Parece que piensa cómo va a contestarle. Por fin se decide.
-Mira, Sebas…Mamá está enfadada. ¿Cómo quieres que esté? Pero es normal. Que expulsen del colegio a un hijo no le gusta a nadie…
-Pero con quién –pregunta Sebas.
-¿Con quién qué?- responde Lucía.
-Pues eso, que con quién está enfadada… con el cole, con Toño… Porque Toño no tiene la culpa, tía.
Ahí Lucía se pone hecha una furia. Como habla tan deprisa, Sebas la entiende a medias. Lo que sí entiende es que la tía Luci y su madre se han peleado por lo de Toño. Al final de la curva se ve el campanario de la Iglesia de Clariana. Lucía se ha olvidado del Frankfurt. La casa de la abuelita está a la entrada del pueblo, si es que Clariana se puede llamar pueblo. Se oyen los ladridos de Lluna y la abuelita sale de la casa a ver qué pasa.
-¡Chico! ¿Qué haces tú aquí? ¿Tenéis fiesta en el cole? ¿Y el resto?...
-Mamá –la corta Lucía- Espera, que te explico. Sebas; entra y busca al tío Juan. Estará en la buhardilla dibujando.
Lluna da vueltas alrededor de Sebas. La perrita está feliz y va tras él mientras Sebas empieza a subir las escaleras. En el primer rellano se sienta y acaricia a Lluna. No tiene ganas de interrumpir a Juan, ni de subir escaleras. Lluna se acurruca en el regazo de Sebas. Está a gusto y Sebas también. Estira sus piernas, que ocupan casi tres escalones. Apoya la espalda en la pared y descansa la cabeza sobre los lomos de Lluna. Está agotado. Ha sido un día duro.
Huele a café recién hecho mezclado con el tabaco que fuma Lucía.
-Fumas demasiado… ¿No lo irías dejando poco a poco?. A Jorge no le hizo ninguna gracia tu neumonía…
-Mamá, déjalo estar, que no está el tema ahora para dejar de fumar. Solo me faltaría esto.
Se hace el silencio. Se oye el papagayo de Antón, “buenos días”…. “buenos días”…
-Un día cojo al papagayo del vecino y lo lanzo por el retrete. Pesado…-comenta Lucía nerviosa.
-Va… cuéntame. ¿Qué haces a estas horas aquí con el crío?
Las parabólicas de Sebas están en alerta roja. Lo mismo se pregunta él.
-Es Toño, mamá. El segundo día de clase y ya está en casa. Expulsado, por supuesto. Yo no entiendo a Sole. Mucha disciplina, muchos horarios… Esa casa funciona como un cuartel…
-Luci, hija, y la tuya como la cueva de Alí Babá.
-Mamá, que no es eso, que el problema es que no se da cuenta de que tiene un problema… y cada vez más grave. Lo de Toño no es normal, que parece que no tengan ojos en la cara. Si salta a la vista, hombre, que a mí me indigna que no me escuchen.
-¿Quién no te escucha, Luci, que nos conocemos?
-Sole empieza a entrar. La pega es Jorge. En casa del herrero cuchillo de palo. Parece mentira que haya estudiado medicina. Eso sí. Cuando se trata de los negritos, todo lo que quieras. Mira, estoy por pintar a Toño de negro, a ver si lo observa un poquito.
-No sé a qué te refieres… Como a mí no me contáis nada… Desde que murió el abuelo parece que me tenéis de adorno. Que soy tu madre, Luci. Que os he traído al mundo y sé que hay muchas cosas que no van. ¿O te crees que soy tonta?
-Ay, mamá… siempre estás igual.
- Lo de Toño lo sabemos todos. No para quieto, es un trasto y es normal que en el colegio no lo aguanten.
-No señora. Toño no es un gamberro. Toño está enfermo, ¿oyes? En-fer-mo.
-¿Y tú cómo lo sabes?-
Esta vez la voz de la abuelita cambia de tono. Pregunta con la voz quebrada.
-Porque lo sé, mamá. Porque lo sé. Veo a niños como Toño todos los días… con algún añito más y te aseguro que agárrate.
-Entonces…
-Entonces la cosa está en que no me dejan meter baza. En concreto Jorge. Me esquiva con la tontería esa de la cuñadísima, como si a mí me hubiera dado un viento y mirara con lupa a Toño. Y es por Santiago.
-Hija, vamos por partes, que tu cabeza va muy deprisa y no te alcanzo. ¿Qué tiene que ver Santi con todo esto?
-Yo, mamá, para Santiago no soy más que la señora que se viste de blanco y trabaja en un hospital. Nada más. Y ya es mucho. Se pasa el día en la notaría. Últimamente ya no come en casa, cena con no sé quién porque tiene no sé qué… Si coincidimos algún rato es de casualidad. Ya ves… así está el tema. Habla más con Jorge que conmigo y si a Jorge se le ocurre explicarle mis teorías, ya te puedes imaginar lo que contesta. “Tonterías de Lucía, que se cree que domina y es una simple enfermera que se sacó el título a trancas y a barrancas”. Pero la experiencia es un grado y lo que tiene Toño, de libro.
-¿De qué libro?
-Mamá, guapa, que es una forma de hablar… Es de libro porque lo he comprobado este verano. ¿O te creerás que es por casualidad que se esté horas en el baño, que cada día rompa una pieza de la vajilla y haga ruidos hasta que no se duerme? Y esto son solo ejemplos de lo más básico.
-Lucía, ¿qué tiene Toño?
La voz de la abuela es firme, como quien quiere inyectar seguridad a la persona con la que está hablando.
-Toño tiene… da igual. No lo entenderías. -responde Lucía con rotundidad- Necesita que le visite un médico, un tratamiento y psicoterapia. Estas cosas, cuanto antes se diagnostican, mejor.
-Mírala ella. Ahora resulta que tu madre es tan vieja que no entiende nada...
-Mamá… mujer… No te enfades... Te lo explico y verás cómo te haces una idea. ¿Tú te acuerdas de aquella peli que vimos este verano? ¿Recuerdas lo que hacía el protagonista cuando cerraba la puerta? Le daba a la llave cuatro veces. ¿Y cuando caminaba? ¿Te fijaste que no podía pisar las juntas de las baldosas? Y a la hora de comer se llevaba los cubiertos de su casa para no contaminarse…
-¡Bah…! Pero eso son cosas que pasan en las películas- contesta la abuela, con cierto alivio.
-Ya estás como todos. Lo que tiene ese personaje es una enfermedad real. ¿No viste cómo era incapaz de dejar de hacer todas esas excentricidades? Parece que está loco… y no lo está. La causa de todos esos rituales extraños y de las repeticiones son unas obsesiones que llevan todo el día en su cerebro y los hacen sufrir mucho.
-Pero Toño es muy jovencito y no hace esas cosas que cuentas…
-Toño hace otras… mamá, como lavarse las manos 24 veces y si se descuenta, vuelve a empezar. ¿No te he dicho que lo he observado este verano? Da igual. Lo que hace o deje de hacer no es lo más importante. Lo importante es que lo vea un especialista. Ojalá no sea más que una falsa alarma. Pero hay que descartar. Y yo había pedido hora con el mejor. Teníamos cita hoy a las 11h. en San Juan de Dios. Pero ayer no hubo forma humana de poder hablar con Jorge. Y ya sabes… Sole, si no es con el consentimiento de Jorge…
-Pero tú cómo pides hora sin hablarlo primero con ellos… Lucía, que no, que no puedes pasar por encima de Jorge y Sole… ¿Es que no lo ves?
-Los que no lo ven son ellos. Déjalo. Ya está, ya veo que me dejáis sola en esto. Y ahora Toño en casa tres días, Sole de los nervios y Sebas destrozado, porque esta es la otra… que Sebas tiene una sensibilidad que corta el aliento. Y no sabes lo mal que se lo pasa en el colegio. Vamos, como que he llamado al director y le he dicho que iba a buscarlo.
-¿Que has sacado a Sebas de clase?
-Con el consentimiento de Sole, mamá, -responde Lucía con retintín- Es ella la que tiene que dar permiso para que el crío salga del colegio… Por cierto, ¿dónde anda?...
Andar, lo que se dice andar, no es la palabra apropiada. Lo que le andan a Sebas por la mollera son todas las informaciones que ha oído desde el rellano de la escalera. Oye los pasos de la abuela y se abraza a Lluna haciéndose el dormido.
-¡Chico…! Pues sí que estamos buenos. Madre mía que sueñito tiene mi niño. ¿Has ido a ver al tío Juan? ¿Sabes que se ha comprado una bici nueva? Hala; sube y dile que te la enseñe. Mientras termino de preparar la comida. ¿Te apetece pollo al vinagre?...
-Da igual, abuela, lo que tú quieras… No tengo mucho apetito…
-El comer y el rascar…
-todo es empezar- completa Sebas.
Es vieja la frase. La abuelita, que siempre hace doble de comida “por no hacer corto”, no les hace ni caso cuando dicen que no tienen hambre. Y repite la frase.
-Pues corre… que pronto la tengo lista. Súbete…
Sebas sube las escaleras intentando no pisar las juntas de las baldosas. ¡Qué difícil lo que ha contado la tía Luci!
-¿Qué haces, petardo? Que te vas a caer.
Juan ha oído los pasos de Sebas y el jadeo de Lluna y ha salido de la buhardilla.
-Qué peste a tabaco, tío…
-Chico, que llevo desde las ocho aquí encerrado… A ver si termino ya el proyecto y me aireo un poco. ¿Y tú? ¿Con quién has venido? Te has chupado las clases, ¿eh, campeón?
-La tía Luci me ha venido a buscar al cole… ¿Sabes qué ha pasado?- Sebas baja la voz, como si contara un secreto
-A ver si lo adivino…. ¿han expulsado a Toño?
-¿Y tú cómo te has enterado?
-¡Ahhhh! El tío Juan tiene una bola de cristal como ese señor gordo y rubio que sale en la tele…
-¡Rapel!- suelta Sebas riendo.
- Qué va, chico. Ya me gustaría a mí adivinar el futuro y saber si aprobaré por fin el proyecto…Lo sé por la mamá, que ha hablado con la tía Luci y la tía Luci me lo ha explicado.
-¿No se iba hoy a Barcelona, la tía Luci?
-No he visto un marujilla tan enano como tú. No, no se iba a Barcelona.
-¿No va a trabajar?
-No, no va a trabajar.
-¿Y el tío Santiago?
-Sí, el tío sí está trabajando… ¿Qué más quiere saber el señor?...
-¿Se quedará en Clariana unos días, la tía Luci?
- Eso sí que es la pregunta del millón. Tratándose de Lucía, nunca se sabe. Igual sí, igual se queda unos días más. ¿Bajamos y te enseño la superbici?
Juan y Sebas bajan las escaleras al galope y Lluna detrás. Salen al jardín. Protegida por un techo de uralita está la bici de Juan, con una funda para que no se estropee.
-¡Joé! Qué chula. ¿La puedo probar?
-Pues va a ser que no. La abuela nos pondrá a caldo, que ya debe de tener la comida lista.
-¿Y cuándo podré?
-Luego lo hablamos. Depende de la hora que te vayas.
Sebas se quiere ir y no se quiere ir. Hoy es de esos días que le domina la cobardía. La incertidumbre le puede y prefiere esconder la cabeza bajo el ala.
-¿Me llevarás tú a casa?
-Sí, en bici…-bromea Juan.
-En serio. ¿Me llevarás tú o la tía Luci?
-Yo no puedo, Sebas. Me he hecho un horario y lo tengo que seguir a rajatabla. El fin de semana viene Marga y si no le hago caso se enfada.
-Es guapa, Marga. Más que aquella del verano anterior…
-Ojo el moco este...- Juan se ríe- Sí, es muy guapa y muy buena porque para aguantarme a mí…
-¿Y te casarás con ella?
-¡Yo qué sé, Sebas! Depende…
-Dice Toño que tú no te casarás nunca. Que siempre tendrás novias, una cada verano.
-Mira tú… habló el listo de la casa. Qué sabrá él…
-Pues mucho. Se sabe el nombre de todas y dice que la última es la mejor, pero como no te duran nada…
-Bueno, pero tal vez Marga sí.
-Te gusta más que las otras, ¿verdad? A mí también. Yo no pienso como Toño. Ya verás cómo esta sí que te dura.
-Le pondremos pilas Duracell. ¿Qué te parece la idea?
La abuela asoma la cabeza y antes de que diga nada el tío Juan se adelanta “A comeeeeer”. Y entran en la casa. La mesa ya está puesta. Falta la tía Luci, que está hablando por teléfono. La esperan sentados. Juan llena los vasos de agua y la abuela corta el pan.
-¡Lucía….! ¡Estamos en la mesa….!
La abuelita no empieza nunca a comer hasta que todo el mundo está sentado, pero a veces con tía Luci hay que hacer una excepción.
-¿Qué? ¿Todo en orden?- pregunta Juan cuando cuelga el teléfono y se sienta.
- Más o menos- contesta arqueando las cejas y haciendo señas con la mano como si manejara unas tijeras.
-Dime un número del uno al diez- insiste Juan.
-Mira que eres pesado. No pienso contestarte. Come y calla -responde Lucía, tajante y con un genio, que hasta Sebas comprende que el número no pasa de un dos, como mucho un tres-.
La comida está buenísima y con el pan de Clariana más. Sebas traga que da gusto. Lucía se ha puesto poco. Está delgadísima y aún dice que tiene que hacer régimen. “Por mantenerme”. Y la abuela se enfada porque le gusta que la gente le valore sus guisos.
- ¿Cuándo me llevarás a casa, tía?-pregunta Sebas inquieto.
-No sé… a media tarde…
-¿Y quién irá a buscar a las niñas?
-Mamá me ha dicho que irá papá. Creo que come en casa y le da tiempo.
-¿Y Toño…?
-Toño… en casa, ¡qué remedio!
-Ya, pero ¿cómo está?
-Sospecho que hecho una furia. No sé más porque no he hablado con él. Está castigado en su habitación. Venga, come… que preguntas más que…que te va a sentar mal el pollo.
Suena el teléfono y Lucía se levanta como si tuviese un muelle en la silla.
-¿Sí?... Vale… No, si ya estamos terminando. … Que sí que da tiempo, mujer. ¿Paso por casa y dejo a Sebas?... Tranquila, que llego. ¿Estáis bien?.... Ya…. Claro…. Si quieres, luego lo hablamos…. ¿Jorge bien?... ¿No?... Me alegro, hija. Bueno, Soledad… nos vemos.
Lucía cuelga y se dirige a Sebas mientras camina deprisa y se sienta.
-Sebas, guapo, aligera que nos vamos a casa. Te dejo y voy a buscar a las niñas.
-¿Ya ha llegado papá?
-Sí, pero se queda con mamá.
-¿Pero ya os vais?- exclama la abuelita.
-¡Madreee!... Soy rápida pero no tanto. Entre que llego, dejo a Sebas…se hace la hora en nada.
-Que vaya Jorge a buscarlas- vuelve a insistir la abuelita.
-Casi mejor que no. Acaba de llegar de Barcelona y está agotado. Y solo le faltaba la gran noticia. Mejor voy yo.
-Bueno, bueno… vosotras sabréis… pero dime algo cuando llegues.
-Pues depende mamá. Según cómo esté el patio.
Lucía es de piñón fijo. Ni la abuela la tuerce. Y eso que la abuela lleva fama de conseguir todo lo que se propone.
Sebas termina de comer a toda prisa. Se lava las manos mientras Lucía toma un café y se fuma un cigarro.
-¿Ya?
-Voy…
Juan los despide en la puerta, coge por los hombros a Sebas, como cuando era pequeño, e intenta alzarlo.
-Chico, estás demasiado mayor y tu tío ya no tiene fuerzas para levantarte- protesta Juan.- Venga un abrazo, campeón. La próxima vez te dejo la bici, ¿OK?
-Gracias, tío- responde Sebas mientras corre hacia el coche. La tía Luci tiene poca paciencia y se pone nerviosísima cuando la hacen esperar.
Camino hacia casa escuchan música. No hablan. En la cabeza de Sebas se acumulan las vivencias de estos dos días tan largos. La vuelta a casa. ¿Cómo se hace para mantener el cerebro quieto, sin imágenes, sin sonidos…? ¿Cómo se hace para que el corazón bombee a un ritmo sereno, sin apretones? Sebas no lo sabe. Tampoco sabe cómo se puede dar vueltas al reloj y retrasarlo dos días, solo dos días. Bueno, excepto ese momento mágico en el que Lore le dijo “qué guapo estás Sebas, cómo has crecido este verano” y Sebas se puso como un tomate. Excepto eso, lo borraría todo.
Toño está enfermo. Lo dice la tía Luci. Toño tiene lo mismo que el prota de una peli y eso es una enfermedad. Y Lucía también dice que Jorge no lo entiende.