Los días más largos es una novela corta o un relato largo. Narra acontecimientos cotidianos que discurren en apenas una semana desde la mirada de su protagonista.

viernes, 25 de febrero de 2011

Inicio del relato

Empieza un nuevo curso. Sebas tiene once años. Es muy alto para su edad; los ojos  grises y almendrados, la nariz proporcionada y los labios como dibujados, igual que su padre. Ha engordado un poco después del largo verano en Clariana. En el pueblo, Sebas consigue olvidarse del otro Sebas del curso escolar. Porque durante el curso a Sebas le duele el estómago todas las mañanas; se levanta con mal cuerpo y con ganas de dormir mucho más. “Venga, rápido, que llegaréis tarde”; “Venga, de prisa, a desayunar”; “Que te termines la leche”; “Venga, corre a vestirte”; “Lavaos los dientes”; “¿Pero qué haces que no te has peinado todavía?”; “Que te dejas la bolsa de deporte”...
Siempre, durante el curso, por las mañanas todo es  “venga, de prisa”. Venga, venga..., lo que sea  hay que hacerlo corriendo. Y a la vuelta del cole “rápido, la merienda, que hay que hacer los deberes”; “... ¿Aún  estás así? ¡Venga a la ducha!” ; “A la cama de prisa, que mañana hay que madrugar”...  Eso en Clariana no pasa nunca. El ritmo de los días en el pequeño pueblo del Penedés, casi pegado a la costa, lo marca la abuelita, que jamás tiene prisa por nada.  Y a los padres de Sebas se les contagia durante un mes un poquito de ese sosiego que tanta falta les hace.

Sebas adora a la abuelita; ella nunca dice “venga, venga” y se sienta y lo escucha como si no tuviera nada más que hacer. La abuelita tiene un precioso perro labrador.  Lluna campa a sus anchas  por la inmensa finca llena de árboles frutales y arbustos de todos los tamaños y colores. Y Sebas, cuando nadie lo ve,  se pierde detrás del seto que separa el jardín del frontón, lo acaricia, le hablaba bajito; nadie como Lluna para guardar sus secretos y sus fantasías. Porque Sebas, de mayor, será policía y tendrá un perro de rastreo como Lluna. Bueno, un perro sólo no... tendrá varios perros; un pastor belga como el de la abuelita cuando era pequeña y un gos d’atura como el de César y  un cóquer como el de Pablo ... 

6 comentarios:

  1. Mi Bella Ragazza... Gracias... Es un relato tan cotidiano... Y si supieras cuánto hace que lo empecé, no te lo creerías.

    Un beso, guapa.

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  2. Bien, hermana.
    Ahora empiezo a verte con la cara recién lavada con agua fresca.
    He esperado este movimiento tuyo, como agua de mayo, como arroz hervido y frito con ajo, como el olor de los tomates que son tomates, como el sabor de la sal en la piel, como la luz de invierno que entra por la ventana y caldea una habitación.
    Como un acontecimiento natural.
    Y te reconozco en tu tono pausado, detallista y cotidiano, que arroja sombras azules sobre el hombre que cuyos silencios se aprende.
    ...
    Sé ya donde vas.
    Sé dónde estás.
    Sé de dónde vienes.

    Ahora sólo me falta leerlo.
    Así que haz el favor de escribirlo.

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  3. Monty, Pepa... Gracias. Espero no decepcionaros.

    Driver-colega-camarada... Muchas gracias por tus palabras. No tengo ni idea de cómo va a salir esto. Pero si no lo pruebo, nunca lo sabré. He pensado que así era más sencillo; registrarlo e ir colgando por entregas. Como creo que no es publicable... al menos que lo podáis leer vosotros si os apetece.
    No me ha sido fácil escribir en 3ª persona, metiéndome dentro del personaje de Sebas y mirando ...observando como él lo haría. El narrador no es omnisciente; no lo ve todo. Este es el reto: la focalización.

    No hace falta que comentéis... Y si lo hacéis, os pido sinceridad. Si es un bodrio... pues me vendrá muy bien saberlo. Confío en vosotros, que sois mis amigos.

    GRACIASSSSSSSSSSSSS

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