Los días más largos es una novela corta o un relato largo. Narra acontecimientos cotidianos que discurren en apenas una semana desde la mirada de su protagonista.

jueves, 3 de marzo de 2011

CAPÍTULO 5. LA COMIDA DEL COLEGIO... Y TOÑO.(I)

La hora del patio, parece mentira, ha pasado en un suspiro; y no ha habido manera de convencer a Gerard de que lo que está prohibido está prohibido. Tras dos intentos fallidos de colarse de nuevo en el parking, al final ha tenido que intervenir el propio Director. Lo ha metido casi a rastras en su despacho y ha debido de sermonearlo a base de bien porque ha salido marraneando y pegando patadas a la pared, recién pintada como está. Ha sido ver a Gerard y sonar el timbre de vuelta a clase. César y Sebas se han quedado sin saber cómo ha acabado el episodio... hasta la hora de comer que han vuelto a encontrar a Gerard al final de la fila, con los de su clase pero un poco apartado, llorando. Y los de quinto ni caso. Sebas y César se miran. Algo anda mal. Sebas lo intuye.

-¿Qué te pasa, tío? ¿por qué lloras? - le pregunta Sebas
Gerard es incapaz de contestar. Cuanto más intentan consolarlo, más llora.

Sebas nunca había visto a nadie llorar así, con convulsiones y todo. Alguna vez ha sorprendido a Sole con la cara hinchada y un montón de piquitos alrededor de los ojos, pero  su madre se cuida muy mucho de que los niños no la vean con la moral por los pies y se encierra en el baño. Toño, que cree saberlo todo, en situaciones de este estilo intenta tranquilizar a Sebas. “Eso es porque papá se va mañana, tonto; que a mamá no le pasa nada.” Al cabo de un buen rato, Sole acaba saliendo del lavabo con la cara mojada como si la hubiese metido debajo del grifo y…con una sonrisa. Es curioso; siempre que a Sole le da la llantina, después los achucha y los llena de besos. Incluso está de mejor humor. Lo de Gerard, en cambio, parece que es  grave; no hay manera de tranquilizarlo.

-Es que yo no quiero ir al colegio- acaba confesando Gerard.
-¡Anda! ¿Y por eso lloras tanto? Pero si no hay nadie que le guste ir al colegio. –le dice Sebas muy convencido-. A mí porque me obligan, que si no…

Ahí sí le han tocado la fibra a César, que cada septiembre les da la charla porque considera  inconcebible que después de unas vacaciones tan largas a sus compañeros no les apetezca volver al colegio. Con lo que se aburría él en verano, sin nadie con quien jugar. Sus padres, siempre ocupadísimos, le dejan ver la tele, jugar a la “play”, al ordenador, incluso navegar por internet. Esto, quince días pasa; pero casi tres meses ya cansa. En verano César echa mucho de menos a Sebas, a Pablo y hasta a Gerard, que ya es gordo echar de menos a Gerard, que Sebas y  César  parecen más sus niñeras que otra cosa.

-Yo este año no vengo al cole y si me hacen venir me escapo.
-¿Cómo que te escapas?- contesta Sebas en tono burlón- A ver, ¿cómo piensas saltar la valla? Y a tu casa ¿con qué piensas ir? Si hay que atravesar la autopista y los coches van que vuelan. Te atropellan y qué, ¿eh? Entonces sí que no irás ni al cole ni a ninguna parte porque estarás muerto, ¿sabes?.
-Pues me da igual; que me atropellen. Así no tendré que venir nunca más al colegio. Odio el colegio, lo odio, lo odio...

Gerard se ha puesto como una furia; está fuera de sí, tanto que Sebas y César se asustan. Gerard es un poco raro y muchas veces llora que ni él mismo sabe por qué, pero no suele comportarse de esta manera. Y Sebas revive como un mal sueño aquella noche en Clariana, cuando Toño se mofó de Gerard y le entró esa pena que le subía del estómago a la garganta. Entonces decidió no darle nunca más la espalda a Gerard y lo iba a cumplir.

-Quédate con él- le dice a César, con un tono impositivo que no le pega nada- Enseguida vuelvo.

Sebas corre hacia ninguna parte. Quiere buscar refuerzos y no sabe muy bien a quién acudir. En la cancha de básquet está la señorita Mellado, con un montón de niños nuevos. Sebas guarda un recuerdo entrañable de la  señorita Mellado. Fue su profesora en primero. Nunca les gritaba ni les decía “tú niño es que eres subnormal” como el Sr. Peris de Castro, que igual se cree algo por ese apellido tan largo que tiene. Y como lo del Rey de Roma, ahí tropieza con Peris que intenta cortarle el paso.

- ¡Eh, Peñas! ¿No deberías estar comiendo? Haz el favor de entrar, que luego llegáis tarde a clase y todo son excusas.

Sebas se ha quedado paralizado. Cuando el señor Peris habla de esta forma –el señor Peris siempre habla de esta forma- se azara y no le sale la voz.

- Es Gerard,... que está llorando... - intenta explicar Sebas.
- De acuerdo, ya voy yo a ver qué pasa. Tú vete al comedor.
- Es que me parece que no se encuentra bien –miente Sebas, pésimamente, como de costumbre.
-Te he dicho que al comedor.

El tono del señor Peris no admite réplica. Sebas sale corriendo; el corazón le va a cien. Tiene la sensación de haber metido la pata y total no ha hecho más que pedir ayuda, pero le da que el señor Peris en lugar de arreglarlo lo va a complicar más. A Gerard nadie lo ha comprendido nunca y menos el señor Peris, con lo tieso que va por la vida y con esos humos... ¿A quién se le ocurre pedir ayuda al señor Peris? A Sebas le falta seguridad; como le dice Toño, “no le echas morro al asunto”. Tendría que haber entrado en el comedor y volver a salir. Pero como disimula fatal y no sabe mentir...De hecho, Sebas sabe de sobras que decir mentiras está mal siempre,”que cuando uno hace algo malo, si dice la verdad es menos malo”. Teorías de Sole que ya está bien el poco resultado que le dan a veces. Lo de que “se pilla antes a un mentiroso que a un cojo” es bola porque Juan se escabulle siempre que puede, no lo enganchan nunca y él tan ancho. Toño no, lo de Toño es para tirarse de los pelos. La pifia porque se mete donde no le mandan, se entera todo el mundo y se las carga solo él. Lo habitual es verlo en los pasillos a deshora porque ha lanzado un avión de papel, porque se ha caído de la silla y todos piensan que lo ha hecho a posta, por haberse levantado sin pedir permiso a recoger un chicle del suelo que no es suyo, porque se le ha escapado un pedete “sin querer, lo juro que ha sido sin querer”...

Por la tarde, al llegar del colegio, Toño llena el cupo de anécdotas y desgracias y, cuando le toca el turno a los demás, Sole está ya saturada y al borde de la histeria.  “¿Para eso vas al colegio?, ¿para estar en el pasillo todo el día? ; así te van las cosas, que no te enteras de nada. No me extraña que no sepas lo que han explicado en clase... ¡si no la pisas nunca!”

Este curso va tan avisado que por lo menos los primeros días se supone que no habrá incidentes ni desgracias que lamentar. “Te lo prometo mamá, te lo prometo”, le asegura Toño cuando Sole le suplica que antes de hacer o decir algo se lo piense un poquito. “Cuenta hasta diez, ¿oyes?”. No...si oír, oye; el problema es que no escucha, no procesa ninguna información. Su cerebro es como un colador; lo que le entra por una oreja le sale por la otra. Sebas sufre no doble... triple. Primero por sus cosas, que él también las tiene, después por la "popularidad" que arrastra su hermano en el colegio desde primero y también por su madre, que está desesperada. “Qué hago contigo, ¡a ver! Dime tú quién se cree que lo has hecho sin querer. Es que esto no se lo traga nadie. ¿No ves, hijo, que la gente normal sale por las puertas y no por las ventanas? A parte de las películas de polis y cacos, ¿tú has visto hacer eso a alguien?”...

-¡ Marchando una de lentejas y otra de burillas del señor  Barroso! –corean los 1º de ESO, con Toño de director de orquesta,  frente a la puerta del comedor.
-¡ Eh, Sebas!. Rico, rico.- jalea Toño- Ahí dentro está César intentando tragar las lentejas;  que no sabe dónde te has metido.
-¿Has visto a Gerard?-le pregunta Sebas .

Está claro que a Sebas le trae sin cuidado la eterna pelea de César con las lentejas “hechas con agua sucia”.

- Pero, ¿has visto a Gerard  sí o no?.-insiste Sebas.
-¡A mí qué me cuentas! No sé...mira en el comedor...¿Le ha pasado algo?

La clásica reacción de Toño. Primero queda como el que pasa de todo, pero enseguida reacciona y se interesa por quien sea. Según los profesores, la curiosidad le puede y le pierde. Pero Sebas ha oído comentar a sus padres muchas veces que a ver cuándo alguien da la cara por Toño, porque él se parte el lomo por los demás, le caigan bien o mal... Así que no todo será curiosidad...quizá alguna vez los profesores se equivocan y Toño se mete en líos porque nadie  le es indiferente. Y  aunque se muere de la risa cuando ve a Gerard, en el fondo  no lo hace con malicia.

-¿Pero qué ha pasado? ¡Va! ¡Di! -repite Toño impaciente- ¿Por qué lo buscas?.
- Mira, yo qué sé qué le pasa. Dice que no quiere venir al cole y que se va a escapar y no para de llorar. A mí me da miedo que se escape de verdad y lo atropellen o no sé...  Pero resulta que me ha visto el señor Peris fuera del comedor. Yo ya le he dicho que estoy buscando a Gerard, que está llorando porque se encuentra mal. Total, que Peris me ha contestado que de Gerard ya se encarga él.

-¿Tú eres tonto, macho, o te lo haces? La has cagado.- Toño,  enfadado, es de lo más fino- ¿Cómo se te ocurre decirle algo al chulo de Peris? No le hará ni caso y encima le pegará la bronca . Entra en el comedor, que  ya lo busco yo.

El comedor está casi vacío. Todavía queda César, que se ha comido las albóndigas y las natillas y ha pretendido dejar la bandeja con el plato lleno de lentejas. Evidentemente, no ha colado. Allí está, con esa cara de asco que pone cada vez que hay potaje o pescado.

-¿Qué te parece?. El primer día y nos cascan estas lentejas que seguro que las hacen con agua sucia -se lamenta César-. Y fíjate quién vigila hoy. Qué te apuestas a que  la Salvat tampoco se las ha comido y ahora se hace la  dura. Pues  lo siento pero no me las pienso comer. Y no empieces con lo de los niños de África , que ellos seguro que tampoco se las comerían.


Sebas, lento de reflejos como siempre. Tiene en  su cabeza dos  apartados que son como dos vasos comunicantes: uno lo llena su madre, con la venia de su padre, que habla menos que ella y sermonea mucho menos todavía; el otro se abastece de las teorías de los chicos del colegio y de sus amigos de Clariana. Después de las vacaciones de verano, lógicamente el que está más lleno es el primero y a principio de curso Sebas nota la intensidad de la convivencia familiar y le sabe todavía peor que César hable de los niños de África que pasan hambre, sed y están enfermos como si tal cosa. A lo mejor César no se fija cuando salen en la tele esas explanadas inmensas de niños desnudos con barrigas abultadas; quizá César piensa que esas imágenes las sacan  de una película. Seguramente debe de ser eso. Si no, la verdad es que Sebas no es capaz de entenderlo.

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