Los días más largos es una novela corta o un relato largo. Narra acontecimientos cotidianos que discurren en apenas una semana desde la mirada de su protagonista.

martes, 22 de marzo de 2011

CAPÍTULO 11. NOCHE CERRADA

Toño y Sebas se van a la cama y la tía Luci comprueba que todo está en orden.

-Gracias, tía. Este libro también lo tiene César.
-De nada, tonto. Si llevas pidiéndolo ya ni me acuerdo el tiempo que hace. Busca  kárate. Ya verás la cantidad de cosas que cuenta.

Sebas la mira con agradecimiento y le hace señales con el dedo para que se acerque a su cama y se siente un rato con él.

-Tía...
-¿Qué?-responde Lucía con ironía.
-¿Papá y mamá...?- insinúa Sebas sin terminar la frase.
-Están cenando... Ahora pasa papá y os da un beso.
-¿Te quedas...? A dormir, me refiero aclara Sebas.
-No va a poder ser. Mañana quiero ir a la consulta y mejor duermo en Clariana. Otro día, ¿vale?
-¿Está el tío Ramón?

A Sebas le encanta hablar así, en la cama, en voz baja. Toño no se entera porque está enfrascado con algo que le ha pasado a Rivaldo.

-Ramón se va a quedar en Clariana hasta el invierno, por lo del proyecto.  ¡Hala! Dame un beso.
-No te vayas, tía-suplica Sebas.
-Sebas, chato, que no me voy al fin del mundo. Que nos reunimos pronto. ¿A ver si sabes qué vamos a celebrar el 4 de octubre?

El tono de Lucía es de suspense. Sebas cierra los ojos, como para pensar mejor.

-¡La abuela! ¡El cumpleaños de la abuela!-exclama Sebas, contento de pensar que volverán a estar todos juntos.
-¡¡¡Bingo!!! ¿Y cumple...?
-Setenta, cumple setenta- interrumpe Toño, que ya ha leído suficiente y ha tirado el periódico al suelo.
-¿Y tú cómo lo sabes? ¡Si no se lo ha contado a ningún nieto!
-Pues a mí sí-responde orgulloso  Toño.
-O sea que la abuela te cuenta secretos. Qué habrás hecho este verano para que te diga lo de sus setenta, con la poca gracia que le hace.
-Pues preguntar y...
-¿Cuántas veces se lo has preguntado? Porque la abuelita no suelta prenda- responde Lucía, que ya se ríe antes de que Toño conteste.
-Bufffff. La tira de veces. Pero la pillé en la cocina, hablando sola, aquel día que decíais en la cena que este año había que hacerle una gran fiesta y la abuelita protestaba.
-¡Qué trasto eres! ¿Y te lo contó?

Toño se ríe a carcajadas.

-¡Qué va! Que hablaba sola mientras hacía las salchichas. Decía “pues sí qué... con lo contenta que estoy yo de cumplir setenta... y estos me organizarán la marimorena...” Se enrollaba como si le hablara a la sartén y no se dio cuenta de que yo estaba en la cocina.
-¿Y qué pasó cuando te vio?- pregunta Lucía con intriga.
-¡Ah! No, si no se dio cuenta. Hasta que le di un susto por la espalda. Mira... hice... ¡Huuuuu! Y pegó un salto que le dio un empujón a la sartén que por poco saltan todas las salchichas. Y luego me dijo “Toño, que un día de estos me vas a matar”. Y yo le dije  “Ah... ¿con que cumples setenta, eh, abuelita?”.

Lucía, que lleva rato aguantándose la risa, explota. Toño empieza a saltar encima de la cama y las niñas, que no se quieren perder la juerga, salen de la habitación y se sientan en la cama de Sebas. La tía Luci se enfada, “que ya no son horas” y arrastra literalmente a Marta y a Nuria de nuevo a su habitación.

-Ya vale, ¿eh? Que mamá está cansada y hay que dormir.

Lucía ha cambiado de cara. Parece como si le doliera algo. Se dirige hacia la puerta, sale al pasillo y vuelve a entrar.

-Va, que es tardísimo. Voy a llamar a Clariana para que no me esperen despiertos. Un besote.

Luci los abraza fuerte, primero a Sebas y luego a Toño. Con Toño está más rato. Le revuelve el pelo y le da un beso en la frente. Y después se va al dormitorio de las niñas.

Resuenan los besos de la tía Luci y sus tacones que se dirigen hacia la cocina. Todo queda en silencio. No se oye ni el murmullo de la conversación porque la puerta de la cocina se ha cerrado de un portazo.

Sebas se levanta, recorre el pasillo y cuando entra en la cocina se encuentra a Sole y a Lucía abrazadas y a Jorge sentado fumándose un cigarro y pintarrajeando con un boli una servilleta de papel.  

-Tengo sed…

De hecho ya no tiene sed. Se le ha quitado de golpe. Y  no ha sido una buena idea salir de la habitación. Sebas se ha quedado plantado en la puerta y no sabe si entrar o volver al dormitorio. Jorge no levanta la cabeza y sigue emborronando el papel. Sole y Lucía no se despegan. Si no fuera porque Sole lo ha visto entrar, nadie diría que han advertido su presencia. Poco a poco, como quien hace un esfuerzo terrible, Sole retira  los brazos de la espalda de tía Luci, se da la vuelta y agacha la cabeza a la altura del grifo. Se moja la cara un rato largo. A Sebas le parecen siglos de agua derramada en el rostro de su madre. Muy despacio se acerca a Jorge y este apoya la mano en su espalda.

-¿Qué hay, hijo? ¿No puedes dormir?

Sebas mueve la cabeza. No se atreve a decir “no”. No se atreve a mirar a Lucía ni a su madre ni a Jorge. Abre el armario con mucho cuidado y saca un vaso. Se acerca al grifo, lo llena y traga el agua como quien hace un sacrificio. Y el viaje a la cocina lo ha desvelado por completo.

-¿Ya te vas, tía?- susurra.
-Sí, cielo. Y tú te vas directo a la cama. Mañana te tendrán que levantar con una grúa.

Lucía pretende bromear, pero a Sebas no le cuela.

-Venga, vete a la cama que ahora papá y yo pasamos a daros un beso- insiste Sole.

Sebas se va despacio, se acuesta y se tapa hasta las orejas. Toño se ha quedado dormido con las sábanas enrolladas alrededor de la cintura, como si hubiera dado mil vueltas encima de la cama.
La espera se hace eterna. Toño emite unos ruidos rarísimos, que no se le entiende. Se pelea en sueños con alguien pero vete a saber.
Se oye el ruido de la puerta de casa, que se abre con un chirrido porque le falta tres en uno y  se cierra. Se ha marchado la tía y, al poco, entran en el dormitorio Jorge y Sole.

-Buenas noches, hijo.

Jorge le da un beso en la cabeza y sale de la habitación. Sole se sienta en una punta de la cama, le rodea la cara con sus manos y se lo queda mirando.

-¿No duermes, Sebas?- le pregunta con un hilo de voz.
-No tengo sueño, mamá.

Silencio... Sebas quiere preguntar y no se atreve. Mira a Sole que tiene piquitos alrededor de los ojos.

-Mamá... ¿has llorado?...

Una tontería de pregunta porque es evidente que Sole ha llorado. No da tiempo a que Sole responda que Sebas vuelve a preguntar.

-Mamá, ¿por qué has llorado?...
-Nada, hijo... que yo soy así de tonta. Por nada se me saltan las lágrimas. Anda, no te preocupes. Y duérmete, que son casi las once y mañana no te levantarás.
Sole le da dos besos, uno en cada mejilla y lo achucha. Sebas aprovecha y la abraza.

-Buenas noches, marujilla- bromea Sole.
-Buenas noches, mamá.

2 comentarios: